Liderar no es controlar, es dar velocidad
- Alberto Tovar
- hace 14 minutos
- 2 Min. de lectura

En muchas organizaciones aún se confunde el papel del líder con el del supervisor que revisa cada detalle. Esa lógica, válida en entornos tradicionales, hoy representa uno de los frenos más costosos para la innovación, la agilidad y la retención de talento.
La idea de que “liderar no es controlar, sino dar velocidad” coincide con la filosofía de Andy Jassy, CEO de Amazon, quien ha reiterado que “la velocidad es una decisión de liderazgo”. Su mensaje apunta a construir una cultura orientada a actuar con rapidez, más allá del control directo sobre los equipos. Esto no implica dejar a la compañía al azar. El propio Jassy ha impulsado la reducción de cerca de catorce mil puestos para eliminar burocracia, simplificar estructuras y reasignar recursos a las áreas estratégicas. Su objetivo declarado es fortalecer la agilidad.
En realidad, las empresas no se ralentizan por falta de recursos, sino por el estilo de quienes las dirigen. La obsesión por el control genera lentitud, burocracia y desconfianza hacia el talento interno. Hoy, el juego se gana con velocidad. Los equipos necesitan líderes que enciendan la iniciativa, eliminen obstáculos, abran caminos y acompañen los procesos de aprendizaje. Así funciona también un coach; no entrega respuestas, sino que formula preguntas que liberan el potencial del otro.
Cuando un líder adopta esa mentalidad, crea espacios donde los colaboradores se sienten con libertad para decidir y proponer. Entonces la velocidad surge de manera natural, porque cada persona actúa con sentido de responsabilidad y no espera la validación de una autoridad.
Aquí aparece una paradoja del tiempo. Avanzar rápido no equivale a improvisar ni a carecer de dirección. Significa moverse mediante ciclos breves de prueba y aprendizaje, con la flexibilidad necesaria para ajustar el rumbo cuando sea preciso.
En el coaching ejecutivo esta dinámica se traduce en promover microreflexiones, ofrecer retroalimentación inmediata y mantener la disposición a experimentar. Un líder que exige perfección antes de actuar se paraliza; quien confía en un nivel razonable de certeza y aprende en el camino, avanza y desarrolla experiencia para mantener a su equipo en evolución constante.
La rapidez con la que una organización responde a sus desafíos depende menos de la tecnología o de la estructura que de la mentalidad de su líder.
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