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Eres dueño del esfuerzo, no del resultado


Cuando se trata de tomar decisiones aspiramos a la certeza, a la precisión, buscamos por ejemplo invertir con la mayor rentabilidad, emprender un negocio exitoso o seleccionar la mejor opción de producto en el mercado; sin embargo, siempre hay márgenes de error, de posibilidades de fallo que se entrelazan con nuestros logros.

Es similar a un bateador que quisiera pegar un hit en cada turno, pero hay un porcentaje de ponches que hasta el sobresaliente debe soportar. Así mismo, en el mundo corporativo o personal, existe la sombra constante de lo impredecible o de la información insuficiente que nos conduce a un cierto grado de incertidumbre y riesgo.

La pandemia es un buen ejemplo, generando que muchos negocios quebraran y otros se convirtieran en exitosos. También factores como el clima, los conflictos bélicos o simplemente las expectativas en los mercados, mueven la aguja para algún lugar insospechado.

En el coaching ejecutivo hay una frase muy recurrente en los procesos "Es tuyo el esfuerzo, no el resultado". Más allá de ser una invitación a la resignación, es un llamado a la acción desprovista de la carga emocional que suele nublar el juicio. Adoptar una postura de aprendizaje continuo, ya sea si se logra el cometido o fracasamos en el intento. Al final ambos son resultados a reflexionar.

El análisis de los datos y la meticulosa planificación son pilares de cualquier estrategia empresarial exitosa; sin embargo, incluso los más exhaustivos planes están sujetos a los caprichos del azar y a la emergencia de variables no contempladas. Por ello, es crucial evaluar las decisiones en función del contexto y las circunstancias en las que se toman.

Es frecuente decir que aprendemos más de los errores, pero eso se da siempre y cuando nos detengamos a reflexionar, a examinar con cuidado los factores que contribuyeron a ese resultado no deseado. Curiosamente, cuando nos vestimos con el manto del éxito, rara vez nos ponemos a pensar qué hicimos lo correcto o si había margen para hacerlo aún mejor. La complacencia puede ser el peor enemigo de un líder, ya que la falta de evaluación crítica conduce a una falsa sensación de infalibilidad.

Bajo una perspectiva de coaching, el aprendizaje es un componente permanente y se aborda desde múltiples ángulos; no sólo se centra en los aspectos pragmáticos, sino también en la manera en que enfrentamos los desafíos, cómo gestionamos las relaciones interpersonales y las respuestas emocionales. La idea es considerar cómo diferentes estrategias podrían haber alterado el resultado, permitiendo un crecimiento continuo.

Para alcanzar la excelencia operativa y refinar nuestras habilidades de liderazgo, es esencial que abracemos el aprendizaje como un proceso permanente.

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