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¿Tu liderazgo activa amenazas o confianza?

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Cuando lideras, no solo comunicas, delegas o tomas decisiones; en realidad, generas un impacto directo en el funcionamiento neurológico de quienes te rodean. Cada palabra, gesto o silencio activa redes neuronales que determinan si alguien se siente seguro, motivado y dispuesto a aprender, o si entra en un modo defensivo que limita su creatividad y reduce la capacidad de colaboración.

Diversos estudios en neurociencia muestran que nuestro cerebro procesa las amenazas sociales con la misma intensidad que las amenazas físicas. Un comentario despectivo, una mirada desaprobatoria o la exclusión de una reunión clave liberan cortisol, la hormona asociada al estrés. Esto restringe funciones ejecutivas como la toma de decisiones, el pensamiento crítico o la empatía.

En este contexto, el modelo SCARF, propuesto por David Rock en 2008, representa una guía para un liderazgo más consciente. Este acrónimo en inglés identifica cinco dominios clave que influyen en la forma en que experimentamos nuestro entorno social: el estatus dentro del grupo, la certeza sobre el futuro, la autonomía en la toma de decisiones, la relación con otras personas y la percepción de equidad en las reglas.

Lo atractivo de SCARF es que se sustenta en evidencia neurocientífica y psicológica, y no ofrece fórmulas mágicas, sino un marco práctico que invita a reflexionar sobre por qué ciertas acciones —incluso bien intencionadas— podrían interpretarse como amenazas.

Por ejemplo, corregir en público a una persona, aun con buenas intenciones, puede ser percibido como una amenaza al estatus. Retener información sobre posibles cambios en la organización provoca incertidumbre. Ejercer un micromanagement excesivo debilita la autonomía, incidiendo en un menor compromiso. Dejar de incluir a alguien en conversaciones relevantes afecta la calidad de las relaciones, generando sensación de exclusión. Finalmente, tratar de forma desigual a los miembros del equipo erosiona la percepción de equidad, un importante factor de desmotivación.

La buena noticia es que también es posible activar respuestas positivas en la mente de los demás. Reconocer los logros con sinceridad, comunicar de manera transparente, permitir espacios genuinos para decidir, fomentar vínculos auténticos y mantener coherencia en las reglas construye un entorno psicológico seguro. En estas condiciones, el cerebro se dispone al aprendizaje, la creatividad y un compromiso profundo.

Esto no significa aspirar a un liderazgo perfecto o infalible, sino más bien desarrollar autoconciencia y sensibilidad respecto a cómo nuestras acciones pueden ser interpretadas.

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