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Alberto Tovar

¿Tomas decisiones emocionales? Todos lo hacemos



Un consejo frecuente a la hora de tomar decisiones es el ser “racional y analítico”; sin embargo, esta demostrado que hay un alto contenido de subjetividad cuando uno hace una resolución personal y las emociones tienden a inclinar la balanza.

Según los neurólogos, en los proceso de elección se activa en automático el área de las emociones en el cerebro; por tanto, toda resolución tiene dicho componente, en mayor o menor medida.

Esto ha dado espacio al estudio de las finanzas conductuales y de la llamada neuroeconomía, en donde han hecho tambalear el supuesto básico de “racionalidad” en los mercados.

Los expertos indican que la actividad de planificación implica ver hacia el futuro y provoca ansiedad en muchas personas. Esto podría explicar el porque la gente se rehúsa a entrar al terreno de la organización de sus finanzas. En pocas palabras, prefieren no enterarse de que las cosas andan mal.

Estas dos ideas tienen una reflexión primordial, pues aunque se recomienda dejar las emociones de las compras, es imposible.

Entonces, la sugerencia es concientizarnos de dicha reacción y ponderarla con otras alternativas. Es decir, antes de adquirir un bien por el gusto de hacerlo, evaluarlo y saber cuánto nos costará esa decisión emocional.

El punto álgido es ser responsable sobre las consecuencias en el mediano o largo plazo de las definiciones de hoy. Percibir el deseo de gasto, sopesarlo, valorarlo, compararlo y dejarlo enfriar cierto tiempo, para evitar caer en las garras del consumismo.

En el caso de las decisiones financieras habrá que tener cuidado porque se tiende a manejar conceptos como el de la propensión al riesgo, que está ligada a las emociones. Es conveniente analizarla con información suficiente para alejarnos de un error patrimonial.

Por ejemplo, existe resistencia a aceptar las pérdidas y esto puede prolongar el seguir en una determinada opción, esperando su mejoría, cuando sería preferible corregir reconociendo un demérito en el capital. Recuerda, “no hay peor decisión que mantener una mala decisión”

La ambición es otro factor que nubla la mente y teniendo la oportunidad de salir de una inversión con ganancias razonables, se mantienen en forma excesiva por querer obtener una rentabilidad superior y terminan perdiendo al final del camino.

Darnos cuenta de las emociones es un primer paso hacia la madurez financiera y con ello es probable que podamos elevar nuestra asertividad en la administración del gasto y la inversión.

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