
Estandarizar un patrón de comportamiento de las diferentes generaciones de seres humanos podría resultar equivocado; sin embargo, es innegable que cada una ha vivido circunstancias especiales por las condiciones económicas, políticas, sociales y tecnológicas de su época.
En cuanto a los centennials, hay quienes afirman que son los nacidos a partir de 1995, mientras otros apuntan el origen en el 2000. En cualquier caso, los más viejos rondan entre 22 y los 27 años e implica que están incorporándose a la vida productiva y, por tanto, a las decisiones financieras como el destino del gasto, el ahorro, el crédito, la inversión o la prevención.
Sencillo, si nunca escuchaste el ruido que hacía el modem al conectarse con la línea telefónica, en definitiva, estás fuera de la posibilidad de ser millennial. Los también denominados generación Z, serían los primeros en desconocer el mundo analógico y no han participado en la vida sin Internet y redes sociales, lo cual podría darles capacidad de adaptación mayor al vertiginoso avance tecnológico.
Hay indicios, de que podrían estar tomando las decisiones con más información, porque están acostumbrados a la consulta y las adquisiciones a través de los dispositivos móviles; sobre todo, son susceptibles a las reseñas que surgen de determinadas alternativas en los mercados, ya sea productos financieros o artículos específicos. Dichas valoraciones podrían hacer la diferencia, al grado de dejar de comprar si no se encuentran suficientes comentarios en las redes.
Están entrando al entorno laboral con una pandemia que no acaba de terminar, en medio de elevada competitividad, con interacciones globales demandantes y marcada migración. Enfrentarán un margen más reducido que otras generaciones y por tanto deberán ser analíticos con sus resoluciones.
El riesgo es que las redes sociales y la tendencia a googlear, los conduzca a la superficialidad y dejen de ir al entendimiento completo de cómo funcionan los instrumentos. Por desgracia, existen influencers con gran capacidad de comunicación y empatía, pero propagan visiones erróneas de las finanzas. La popularidad no significa estar en lo correcto.
La facilidad con la cual se llevan a cabo transacciones, hacer tradeing en los mercados o tomar un crédito, tiene una enorme comodidad, pero también puede provocar equivocaciones rápidas y desastrosas para la administración personal.
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