El sonido persistente de un timbre, una alarma o una notificación puede interrumpir una conversación familiar importante, una reunión de trabajo o la concentración durante un momento productivo. Estas distracciones nos han condicionado a responder de manera automática, similar al experimento del perro de Pávlov, donde el sonido de una campana provocaba salivación al anticipar la comida. En nuestro caso, es la dopamina la que se genera ante la expectativa de quién llama, qué se publicó, qué meme gracioso enviaron o si hay algún problema, entre otras posibilidades.
Lo anterior se agrava debido a la creencia errónea de que somos capaces de realizar múltiples tareas simultáneamente. En realidad, somos más bien "microtarea"; es decir, podemos alternar con rapidez entre diferentes acciones, pero este comportamiento solo resulta efectivo para labores superficiales. Nos perjudica seriamente en la concentración profunda, cuando estamos enfocados en temas importantes que requieren toda la atención.
En el ámbito del liderazgo y el trabajo productivo, esto es problemático. Dificulta las relaciones interpersonales al enviar el mensaje de que estamos distraídos y reduce la efectividad laboral.
Es crucial entender que esta situación es normal en la era de los dispositivos móviles. El cerebro no está preparado en términos evolutivos para mantener niveles elevados de concentración durante mucho tiempo. Está diseñado para estar atento a lo que pueda representar un peligro en un sentido de supervivencia.
El problema actual no es estar atentos al rugido de un león, sino a la propuesta de un proveedor, a las necesidades de un cliente o al desarrollo de ideas en una sesión de trabajo. Peor aún, en casos extremos, esta constante revisión de dispositivos puede generar estrés y ansiedad, convirtiéndose en una verdadera adicción que daña la salud.
Pensar en alejarnos de forma permanente del celular es impensable en un mundo tan interconectado. Sin embargo, hay estrategias que pueden ayudarnos. Aquí comparto algunas basadas en propuestas de diferentes autores sobre productividad.
1.- Conciencia y Aceptación: El primer paso es aceptar que estar tan atentos a las señales de los dispositivos nos hace menos productivos e impersonales.
2.- Rituales de Desconexión: enviarán una señal a tu cerebro de que en ese momento no estás disponible. Puedes poner el dispositivo en modo silencioso, apagarlo por completo o dejarlo en otra habitación. También puedes fijar un tiempo específico de concentración, como la técnica Pomodoro de 20 minutos, y luego revisar tus mensajes.
3.- Meditación y Consciencia Plena: practicar con regularidad esta disciplina te ayuda a estar más en el presente y a evaluar si en realidad es necesario atender una llamada. La tecnología ha aportado mucho, pero no debemos perder la habilidad de dedicarnos a tareas que parecen aburridas si las comparas con las redes sociales.
4.- Ayunos de Dopamina: desconectarse de las redes por días o semanas, puede apoyarte a reducir la adicción. Si reconoces que ciertas aplicaciones te consumen demasiado tiempo, es preferible desinstalarlas, especialmente si no ofrecen algo sustancial. Una opción intermedia es dejarlas en dispositivos que estén lejos de ti, para usarlas en momentos específicos del día.
Adoptar estas prácticas mejora la concentración y reduce el impacto negativo de la tecnología en la vida cotidiana; sobre todo en el contexto laboral y de liderazgo. La clave está en encontrar un equilibrio que nos permita beneficiarnos de las herramientas sin sacrificar nuestra atención y bienestar.
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