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La tiranía de la velocidad en la toma de decisiones

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Desde la llegada de Internet, nos hemos acostumbrado a vivir bajo la tiranía de la velocidad. La información y la tecnología nos alcanzan con una rapidez cada vez mayor, condicionando nuestra forma de pensar, actuar e incluso de tomar decisiones financieras.

Esta urgencia digital se ha intensificado recientemente con la irrupción de la inteligencia artificial, que promete facilitarnos aún más las cosas, en especial en el ámbito financiero. Así han surgido los asesores automatizados, conocidos como robo-advisors, plataformas digitales que ofrecen en segundos decisiones basadas en algoritmos complejos y en el análisis casi instantáneo de millones de datos. Esta propuesta tecnológica es atractiva porque reduce costos y brinda acceso inmediato a opciones antes reservadas a expertos.

Sin embargo, detrás de esta rapidez existe el riesgo de apresurarnos a cometer errores, dejando de lado la reflexión sobre los objetivos personales y desconociendo hacia donde dirigimos el patrimonio.

Hay una aparente facilidad para decidir, y en este contexto las redes sociales se han convertido en actores centrales de la dinámica financiera personal. Plataformas como TikTok o X multiplican el efecto de la rapidez al favorecer el fenómeno conocido como social proof. ¿Quién no ha visto a alguien recomendar una inversión "segura" o una criptomoneda "revolucionaria" en un video de pocos segundos que luego se hace viral?

Lo anterior, propicia decisiones impulsivas y el arrastre masivo de inversionistas que, confiados en la rapidez y la validación instantánea, asumen riesgos sin una evaluación adecuada. Como resultado, vivimos ciclos cada vez más breves de euforia y pánico en los mercados.

En este entorno acelerado también aparece con frecuencia lo que ahora se denomina fatiga financiera digital. Tenemos acceso constante a noticias, notificaciones y alertas sobre fluctuaciones de precios, oportunidades y riesgos, lo que puede provocar agotamiento mental, estrés y ansiedad, disminuyendo así la posibilidad de decidir con lucidez sobre el patrimonio personal.

Una propuesta interesante radica en utilizar la inteligencia artificial como aliada, ya que permite crear programas personalizados de educación financiera administrados en pequeñas dosis. Pero aquí también debemos ser cuidadosos pues el conocimiento exprés quizá resulte insuficiente. Lo importante es que esas microlecciones no anulen la capacidad de análisis profundo que exige cualquier resolución trascendente.

Finalmente, recuperar el hábito de la pausa, del análisis sereno, es imprescindible. La rapidez en sí misma no es enemiga, pero sí lo es cuando sustituye a la reflexión. Apreciar lo lento no implica rechazar la tecnología, sino aprovecharla con prudencia.

¿Qué tanto decides tus finanzas con las redes sociales? Coméntame en LinkedIn, Instagram, o X y sígueme en el podcast “Dinero y Felicidad”, en Spotify, Apple Podcast, entre otros.

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