A lo largo de la historia, la humanidad ha mostrado una inclinación por catalogar y sistematizar el mundo que nos rodea y buscamos patrones en el comportamiento, preferencias y, en la manera de comunicarnos, intentamos encontrar formas donde todos encajemos.
En este empeño por categorizar al ser humano, se nos ha “etiquetado” en una variedad de modelos explicativos. Como por ejemplo, la Programación Neurolingüística (PNL) segmenta por la vía sensorial que predomina en nuestra experiencia: visual, auditiva o kinestésica; el modelo DISC nos distribuye en roles de liderazgo, sociabilidad, soporte o análisis; el de Myers-Briggs Type Indicator (MBTI) nos cataloga con base en la orientación energética, estilo cognitivo, toma de decisiones y aproximación a la vida cotidiana y así podemos seguir enumerando esquemas, pero lo importante es entender que cada modelo, con su singular enfoque, intenta desentrañar y sistematizar la complejidad de la esencia como seres humanos.
Sin embargo, ¿qué sucede al mezclar todos estos modelos y teorías? Nos encontramos frente a un espejo que refleja nuestra singularidad, mostrando que, más allá de las semejanzas, existen diferencias profundas que nos hacen únicos. Estas diferencias pueden ser fuente de conflicto o complementariedad, dependiendo de la actitud ante ellas. Podemos pasar por la vida invalidando a quienes no encajan en los esquemas preconcebidos, o podemos optar por aceptar y valorar lo mejor de cada persona.
En el ámbito del liderazgo, esta segunda opción se revela como la más efectiva. La búsqueda del "dream team", ese equipo ideal donde todas las piezas encajan a la perfección es una utopía. La realidad nos enseña que la excelencia en el liderazgo no reside en encontrar la selección de personal perfecta, sino en la capacidad de reconocer la individualidad de cada miembro del equipo y potenciar sus fortalezas.
Esta filosofía requiere de un liderazgo flexible y empático, capaz de adaptarse a la diversidad de personalidades, habilidades y estilos de aprendizaje. Los verdaderos líderes buscan extraer lo mejor de cada persona, transformando un grupo de individuos únicos en un equipo cohesionado y eficiente. La maestría radica en la habilidad para orquestar esta diversidad.
Mientras estos modelos ofrecen marcos de referencia útiles para entender ciertas predisposiciones y comportamientos, es crucial recordar que solo brindan una vista parcial. La dependencia excesiva en estas clasificaciones puede conducir a estereotipos y simplificaciones que ignoran la riqueza de la experiencia humana y la capacidad de cambio y adaptación.
La próxima vez que intentes clasificarte a ti mismo o a los demás, recuerda la riqueza que reside en nuestra diversidad. Como líderes, colegas, amigos o familiares, el desafío no es encontrar el equipo perfecto, sino crearlo, valorando y aprovechando lo mejor de cada uno.
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