Zombis financieros: vivos, pero endeudados
- Alberto Tovar
- hace 14 minutos
- 2 Min. de lectura

Halloween ofrece un marco perfecto para hablar de algo que provoca más miedo que cualquier película de terror: el endeudamiento con tarjetas. No es un susto pasajero ni un disfraz inofensivo, sino un proceso capaz de transformar a personas vivas y activas en auténticos zombis financieros.
Un zombi rara vez ataca de frente. Se aproxima con sigilo, distrae, y cuando uno reacciona ya se encuentra caminando con lentitud. Así se infiltra la deuda: con frases seductoras como “disfruta ahora y págalo en cómodas mensualidades”, “aprovecha los meses sin intereses” o “sólo liquida el pago mínimo y conserva tu crédito”. Esa primera mordida basta para que la infección avance. La ilusión de control se mantiene, aunque en realidad el contagio ya está dentro.
El endeudamiento no acaba de golpe, pero va absorbiendo la vida financiera poco a poco. El saldo parece interminable y el pago mínimo solo mantiene al zombi en pie. El sistema alimenta esa marcha ofreciendo más plásticos y crédito, mientras las llamadas de cobranza se vuelven insistentes.
Las tarjetas más caras superan tasas de 70% anual y presentan un Costo Anual Total (CAT) que puede rebasar el 100%. Pagar únicamente el mínimo equivale a condenarse a décadas de esclavitud financiera. Todo comienza con excusas que parecen inocentes: “me lo merezco”, “necesito viajar para presumir”, “debo lucir bien en redes sociales” o un simple impulso de compra activado con la facilidad de una firma o un clic.
La metáfora puede sonar simpática, pero la realidad es cruel. Un zombi pierde voluntad y se mueve por instinto; algo semejante ocurre con el consumo desordenado. La persona deja de decidir con claridad y actúa bajo la presión de la deuda, la ansiedad o la vergüenza. Guarda silencio, se esconde y llega a convencerse de que “todo el mundo vive así”.
Como en toda historia de terror, también existe un antídoto. El primer paso es una autopsia financiera: abrir la cartera y examinar con cuidado hacia dónde se va el dinero. Congelar la tarjeta ayuda a frenar nuevas mordidas. Después, conviene fijar un pago mensual muy por encima del mínimo, negociar tasas o consolidar deudas si resulta conveniente. Elaborar un presupuesto visible, crear un fondo de emergencia y, sobre todo, elegir una estrategia clara: liquidar primero las deudas pequeñas para generar motivación, o atacar las costosas para reducir intereses. Ambas alternativas funcionan siempre que se sostengan con disciplina.
El endeudamiento parece formar parte del estilo de vida moderno, aunque aceptarlo sin cuestionar nos convierte en zombis financieros.
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