Hace unos años, una persona compartió conmigo su anhelo laboral al expresar: “yo quiero ser jefe para que todos me obedezcan”. Esta declaración, aunque ingenua, muestra una mentalidad extendida en innumerables organizaciones, donde el papel del guía se ve como un simple capataz, forzando a sus colaboradores con un látigo en mano; sin embargo, su rol trasciende el ejercicio del poder; demanda competencias específicas las cuales, tienen el potencial de ser reforzadas con el coaching ejecutivo.
Es vital desmantelar el paradigma asumiendo que los jefes están allí para sobrecargar a la gente de trabajo. Su eficacia radica en mantener un vínculo bidireccional; por una parte, atender a las exigencias de sus superiores con inventiva y, por la otra, gestionar óptimas condiciones para su equipo, de modo que lleguen a sus metas con un sentimiento de satisfacción.
Es importante depositar confianza en la inteligencia y capacidades del equipo. Esto va más allá de delegar, sino también cultivar un entorno donde los integrantes tengan la posibilidad de crecer y aportar. Te presento algunas tareas relevantes:
1.- Garantizar la comunicación efectiva mediante canales abiertos y transparentes. Escuchar con atención y corroborar que se comprendan los objetivos con claridad.
2.- Fomentar el talento, identificando y fortaleciendo las destrezas, además de brindar oportunidades de progreso y aprendizaje.
3.- Empoderar a las personas, otorgando autonomía y responsabilidad para que resuelvan y contribuyan con sus ideas.
4.- Reconocer y motivar el buen rendimiento con incentivos justos en medio de un entorno laboral positivo.
5.- Gestionar el cambio para que sus compañeros se adapten a diferentes circunstancias que surjan en el camino.
6.- Utilizar datos y análisis para tomar decisiones que beneficien al equipo y a la organización. Esto implica ser menos emocional, eliminando preferencias o rencores.
7.- Ayudar a que se alcance un equilibrio entre la vida laboral y personal, procurando un desarrollo integral.
8.- Tener la habilidad de solucionar conflictos de manera eficaz, para lograr la armonía de todos. Ello no significa eliminar la controversia, sino que sea ventilada tranquilamente.
9.- Cultivar un ambiente de trabajo colaborativo, donde se sientan integrados a un mismo objetivo.
10.- Ser un ejemplo de integridad y ética, garantizando que estos valores sean fundamentales en las prácticas del equipo.
Por esta razón, resulta frecuente el desacierto de promover a alguien por desempeñarse bien en su actividad y asignarlo al frente de un grupo de personas. El ascenso debe estar acompañado de formación y coaching para que desarrolle plenamente su potencial laboral y siga creciendo.
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