El mal necesario que protege tu patrimonio
- Alberto Tovar
- 6 nov
- 2 Min. de lectura

Una cobertura esencial dentro de las finanzas personales son los seguros de gastos médicos mayores (SGMM). En México, según datos de la AMIS, sólo el 10.1 por ciento de la población cuenta con uno, y esa proporción podría disminuir por los costos excesivos, los cuales deberían estar sujetos a mayor escrutinio público y legal. Aunque el sector está regulado, en la práctica existen pocas barreras que les impidan ofrecer un servicio deficiente o cobrar sumas desproporcionadas.
Prescindir de esta protección parece una decisión simple, pero resulta peligrosa. El sistema público de salud presenta deficiencias notorias: hospitales saturados y frecuentes carencias de medicamentos. Vivir sin cobertura implica un riesgo para el bienestar y una amenaza directa al patrimonio familiar.
La atención médica privada se ha vuelto inalcanzable para la mayoría. Un procedimiento complejo puede costar millones de pesos y cuando un ser querido enfrenta un padecimiento grave, el impulso de salvarlo conduce con frecuencia a agotar los ahorros o endeudarse.
En los últimos años, las primas de los SGMM han aumentado entre un 40 y 70 por ciento, bajo el pretexto del encarecimiento de hospitales y medicamentos, así como al avance de la edad del asegurado. Sin embargo, junto con los precios, también se ha deteriorado el servicio. Son rápidos para cobrar, pero lentos y burocráticos para pagar. A veces pareciera que su lema es “como no te pago”. Ninguna compañía, por muy grande que sea, se libra de este descrédito; el sistema entero luce contaminado.
Ante este panorama, si se tiene la capacidad económica, sigue siendo recomendable contratar un SGMM con una empresa seria y con trayectoria, aunque eso no garantice eficiencia. Adquirirlo en la juventud reduce el costo y considera que las enfermedades no distinguen edades; incluso, conviene que los padres apoyen a sus hijos en este tema, pues en una emergencia serían ellos quienes podrían asumir el gasto.
A medida que las primas suben, sugiero revisar periódicamente la póliza. Llegará un punto en que mantenerla sea impagable, por lo que resulta prudente ajustar condiciones, como elevar el deducible o el coaseguro, o elegir un nivel hospitalario menor. Sin embargo, quedarse sin cobertura implica un riesgo elevado tanto para la salud como para las finanzas personales.
El seguro debe reservarse para enfermedades o accidentes de alto costo. Los gastos menores, por debajo del deducible, conviene cubrirlos con recursos propios. Esto exige mantener un fondo de contingencia exclusivo para salud, sobre todo si existen antecedentes de enfermedad o a edad avanzada.
Finalmente, hay que defender los derechos del asegurado. La pasividad sale cara. Aunque la Condusef tiene alcances limitados, puede ser una aliada útil para frenar abusos y reclamar lo que corresponde.
Las aseguradoras se han convertido en un mal necesario. Aun así, más que resignarse, lo sensato es aprender a convivir con ellas desde la información, la previsión y la exigencia.
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