El escenario presente en los mercados nos proporciona una ocasión idónea para entender la relevancia de identificar el papel de las emociones en nuestras elecciones económicas, en particular ante la inestabilidad financiera.
Un caso paradigmático es la trayectoria del valor del Bitcoin, que ha sido comparable a una montaña rusa y ha conducido a muchos por un sendero emocionalmente agotador.
Desde su aparición en 2009, Bitcoin vivió un aumento exponencial, logrando cotizaciones sin precedentes y caídas notables. Así, podemos examinar su historial de precios a través del ciclo emocional de los mercados.
En sus comienzos, transitó la etapa optimista, cuando los primeros en entrar confiaron en su potencial como divisa digital descentralizada. A medida que más personas se sumaban al fenómeno, el entusiasmo y la efervescencia se adueñaron del ambiente. Llegó a superar los 60 mil dólares a finales del 2021 y algunos creían que seguirían en ascenso hasta alcanzar los 300 mil dólares por unidad, y cayeron presa de la euforia, desoyendo las señales de alarma y los principios económicos.
El auge de 2017 ejemplifica el período de euforia. En diciembre de ese año, el Bitcoin llegó a un máximo de casi 20 mil dólares, impulsado por la especulación y el temor a perder oportunidades. Sin embargo, lo que sube también puede bajar.
En 2018, las criptomonedas tuvieron una corrección, y los valores del Bitcoin descendieron en forma vertiginosa. Los inversionistas sufrieron inquietud y pánico, lo que los llevó a deshacerse de sus activos para eludir pérdidas adicionales. El pesimismo y la desesperación se apoderaron del entorno, y se desplomó más del 80% de su valor pico en un breve lapso. La capitulación y el desánimo hicieron que muchas personas abandonaran el ámbito, prometiendo no volver a apostar en criptomonedas.
A lo largo de los años posteriores, las criptomonedas han atravesado diferentes fases de recuperación y descenso, siguiendo el ciclo emocional de los mercados. Cuando las cotizaciones se estabilizan y se recuperan, los inversores vuelven a experimentar esperanza, alivio y, finalmente, optimismo, lo que los impulsa a comprar de nuevo.
Tal es la situación de lo que acontece en la actualidad, con una recuperación producto del desencanto en el sistema financiero convencional.
La evolución del Bitcoin nos recuerda cómo las emociones inciden en las decisiones económicas. Con frecuencia, los inversores sucumben al temor o la avaricia, lo que puede llevar a la adquisición de activos a precios exorbitantes o la venta en momentos de pánico.
Resulta esencial ser analíticos, estar bien informados, diversificar las inversiones y construir un portafolio que atenúe el riesgo.
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