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Foto del escritorAlberto Tovar

Directivos, en la soledad de la cumbre


Cuando tienes un nivel bajo o intermedio en una organización es fácil desahogarte con el resto del mundo; puedes llegar a tu lugar de trabajo y decirle al compañero de al lado “no aguanto a mi jefe” o “me acaban de felicitar por mi proyecto”. Esto es complicado en cuanto vas subiendo a la cima de las compañías, pues cada vez te encuentras más solo, aunque estés rodead@ de gente.

La soledad en la cumbre se magnifica en l@s directiv@s que tienen dificultades para compartir sus preocupaciones. Si lo hacen en su casa, se convierte en una extensión de la oficina y lo más probable es que la pareja no lo entienda o responda emocionalmente; difícil decirlo a los iguales o subalternos, porque podría contaminar el ambiente laboral o generar filtraciones; y más arriba podría mostrar inseguridad.

Las consecuencias de esta situación, sobre todo cuando existe una crisis que enfrentar, es el disparo del estrés y la ansiedad con el riesgo de paralizar las decisiones importantes. Al final, se hace una bola de nieve que deriva en el surgimiento o empeoramiento de enfermedades.

Es complicado resolverlo y una primera salida es encontrar a esas personas que le ayuden a la integración. Es reflexionar sobre la posibilidad de que la soledad fue autoprovocada y empezar a comunicar de manera selectiva los temas con parte de su entorno, para que pueda tener retroalimentación profesional y aclarar sus propias ideas.

Inclusive, sumar soportes como un coach, asesor o incluso terapia, dependiendo del caso. Debe verse como un camino para descubrir recursos alternos que la misma persona tiene, pero requiere de apoyo para alcanzarlas.

Hay quienes logran salir con un esfuerzo individual, con lecturas que nutran las soluciones sobre problemas de gestión o mediante el uso del mindfulness o llevando un diario que sirva como forma de poner su mente en claro. Estas herramientas son valiosas, cuando menos para aminorar la carga.

El coaching es una excelente opción, porque no es invasiva, y provoca los cuestionamientos necesarios para que el coachee llegue a la acción adecuada para él o ella.

En ocasiones se ve la posición de líder como envidiable, pero tiene un reto mayúsculo por la gran responsabilidad y la soledad en la cumbre.

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