Uno transmite su filosofía de vida a los hijos y pasa por generaciones, hasta que se construya una reflexión alternativa, cuestionando la creencia; eso sucede con el tema del endeudamiento, que para algunas familias es una forma cotidiana de enfrentar las necesidades, al estar así acostumbrados.
Podemos entender el crédito como una herramienta para adelantar el consumo y por tanto, un desahorro. Por una parte, permite obtener algo antes de tener el dinero, pero reduce el ingreso disponible en los siguientes periodos.
Es mentira que existe un porcentaje óptimo de endeudamiento. Eso lo inventaron los bancos para medir “su riesgo” no el del cliente. Es decir, cuando se habla de evitar exceder el 30 por ciento de los ingresos de pago de deuda, es porque la institución financiera quiere que la persona tenga suficientes recursos para seguir liquidando sus compromisos.
Bajo un punto de vista macroeconómico, el acceso al crédito es la energía que le da vitalidad al aparato productivo; en una sociedad capitalista de consumo, el endeudamiento de las familias genera demanda que hace bajar los inventarios; eleva los pedidos a las fábricas, quienes deben de manufacturarlos y contratar a más trabajadores para su elaboración.
Sin embargo, desde una visión de finanzas personales apalancarse de manera continua es una de las causas frecuentes de quebranto.
Una justificación permanente es la vieja frase “te lo mereces” y está al alcance de una firma. Por eso llega toda la propaganda de bancos y tiendas departamentales en las épocas clave para incentivar el endeudamiento: Navidad, el día del amor, día de madres, vacaciones, Buen Fin, etc.
El tomar crédito tiene un sentido financiero valioso. De hecho en el mercado se realizan operaciones apalancadas que potencializan las ganancias, pero también aumenta considerablemente el riesgo, pues si hay pérdidas afectan lo invertido y recursos que no se tenían.
En una ámbito personal un buen ejemplo sería adquirir a crédito un terreno que estimamos incrementará su valor varias veces al paso del tiempo, porque está en una zona con alta plusvalía. En ese caso, se espera que la ganancia sobre el precio sea mayor al costo de financiamiento. Claro, si no sucede, habrá una pérdida; ese es el riesgo.
El punto central es evaluar la “utilidad” de pedir prestado y la capacidad de pago.
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