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Foto del escritorAlberto Tovar

Negociación y nuevos precios, en la era del Covid-19


En la entrega anterior comenté la transformación en los paradigmas que provocan la pandemia, el aislamiento y la terrible afectación en las economías del mundo. A esa lista habría de agregarse el tema de la negociación sobre ciertos aspectos que parecían fijos y el cambio de los precios relativos.

Los dos elementos son relevantes para nuestras finanzas, empezando porque un sinnúmero de compañías está hablando con sus trabajadores para convenir un ajuste en sus condiciones laborales. El argumento es contundente; “preservemos la fuente de ingresos para el futuro”

Un exitoso empresario me dijo en una ocasión: “el mejor negociador es el que no tiene dinero”. La crisis nos hará tener una predisposición a buscar puntos de acuerdo; bajo la óptica de “es preferible algo que nada”, todos están preparados a escuchar un planteamiento diferente.

Por ejemplo, quien no puede pagar la renta de su casa, pide ya una disminución, una prórroga o quita por un tiempo. La opción para la contraparte sería estar desocupado por un número indeterminado de meses, por lo cual es más fácil que acepte.

Los mismos bancos lanzaron su campaña de postergar pagos y se adelantaron a una situación que sería peor para ellos por la elevación de la cartera vencida. De hecho, debieron de haber aportado más en ese proceso.

Recientemente llamé a un restaurante y me dice que carecen de servicio a domicilio y no se encuentran asociados con alguna aplicación, pero que ellos verían cómo le hacen para enviar el pedido. Esto antes era inconcebible, hoy lo es.

La estructura de costos cambia, si las tiendas físicas son innecesarias, se puede reducir el gasto de operación. ¿Para qué contratar dependientes especializados? ¿Con qué fin enfrentar rentas exorbitantes en plazas comerciales?

Igual pasará con el mercado de oficinas, del cual ya se hablaba de sobre oferta y ahora las empresas valoran si al terminar la pandemia tiene caso contar con todos los empleados en un lugar físico o trasladar a ellos las erogaciones de luz, agua, climatización, etc.

Por su parte, los trabajadores revalorarán: “¿para qué meternos 2 horas en el tráfico, si podemos ser eficientes desde casa?”

En cuanto a las escuelas y universidades uno puede cuestionarse ¿Por qué pagar tanto si es imposible disfrutar de sus instalaciones? La pregunta es si estarán dispuesto los padres a cubrir cuotas altas por tener a sus hijos pegados a un monitor.

Incluso, los jóvenes podrán querer continuar con la libertad de tiempo que permite la educación virtual.

Esto pone también en perspectiva a la universidad pública, porque no se justificaría el elitismo, siempre y cuando la calidad y la tecnología llegue a los centros de enseñanza en forma adecuada.

La negociación y el cambio en los precios relativos serán factores para considerar en nuestras finanzas.

¿Has empezado a negociar? Coméntame en Instagram: @atovar.castro.

Twitter: @albertotovarc

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