El ser humano toma decisiones a cada momento y en materia de finanzas personales debemos elegir en una infinidad de situaciones en donde buscamos “lo óptimo” y eso con frecuencia nos mete en un tremendo estrés e inseguridad.
Parte del problema radica en que la lógica económica nos recomienda considerar el mayor número de opciones, para escoger la mejor relación costo-beneficio, ponderándolas por el riesgo asumido. Esto es complicado, lleva tiempo y al final del camino nos vamos a encontrar confundidos.
En contrapartida, está comprobado que al cerebro le resulta muy difícil seleccionar entre una gran variedad de posibilidades y con regularidad prefiere hacerlo con un alto grado de emocionalidad.
Si bien existe la llamada sabiduría intuitiva, también está demostrado que es fácil equivocarse. Esto fue plenamente expuesto por el Premio Novel de Economía Daniel Kahneman, quien identifica dos modos de pensamiento: el Sistema 1 (rápido, instintivo, emocional y subconsciente) y el Sistema 2 (más lento, deliberativo, lógico y consciente).
En general estamos a acostumbrados a evaluar de manera afirmativa; es decir tomar “la mejor” opción y en este sentido te invito a pensar en forma negativa, eliminando las alternativas que incumplen tus objetivos.
Lo anterior, permite reducir el universo de posibilidades para quedarte con pocas, en donde entren criterios detallados por medio de un análisis profundo. Esto te ahorra tiempo y esfuerzo; pero sobre todo, facilita el resolver.
El riesgo es caer en un impase de indecisión que te perjudique. Este dilema del raciocinio es un tema viejo, como lo describe la sátira del asno de Burian, refiriéndose a un defensor del libre albedrío del siglo catorce y de exponer todo al uso de la razón.
Se trata de un burro que no sabe elegir entre dos montones de heno que parecen iguales y a consecuencia de ello muere de hambre.
La elección por descarte es en ocasiones mal vista, porque nos han inculcado que la sabiduría consiste en determinar exactamente lo correcto; sin embargo, la paradoja es que entre más se conocen las ventajas y desventajas de las alternativas, termina uno embrollado y con el riesgo de quedar paralizado como el burro de Burian.
Al menos, es una forma diferente de intentar abordar una situación en donde es necesario resolver sobre el patrimonio, ya sean gastos, inversiones o créditos.
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