Al comenzar 2024, las empresas enfrentan un momento crítico: adaptarse o rezagarse. El año previo estableció un precedente en el avance de la inteligencia artificial, pero este es apenas un elemento de una transformación más extensa que incide en todos los aspectos de la operación y estrategia de negocios.
Por ello, los directivos deben estar receptivos no sólo a la IA sino también a la automatización, las novedades en energía sostenible y demás tecnologías nacientes. La falta de actualización restringe tanto el potencial de los líderes como la competitividad internacional de su organización.
Las resistencias hacia la adopción tecnológica a menudo son de índole psicológico: temor al cambio, insuficiente conocimiento técnico y sensación de intimidación por la complejidad aparente. Estas dificultades, aunque entendibles, frenan el progreso. Es esencial tener una actitud abierta y una disposición activa hacia el aprendizaje constante y la adaptación.
Es necesario modificar paradigmas y evolucionar de valorar únicamente los conocimientos y experiencia, a dar prioridad a la agilidad, la receptividad a la transformación y la cooperación entre disciplinas. Quienes usan la tecnología de vanguardia promueven la sostenibilidad y lideran la innovación.
Sin embargo, es un reto complejo que demanda una visión clara y una orientación estratégica. En este contexto, el coaching ejecutivo es una herramienta clave para identificar oportunidades y evaluar el impacto, sirviendo como catalizador del cambio, aportando perspectivas frescas que retan lo establecido.
El coaching ejecutivo trasciende el desarrollo de habilidades individuales para enfocarse en la metamorfosis organizacional. Debe asistir a los líderes a comprender cómo integrar tecnologías en sus operaciones y futuras tácticas. Así, juegan un rol esencial para priorizar la adaptabilidad y la innovación.
Mediante el coaching ejecutivo, los directivos pueden formular un plan de acción que aborde tanto la incorporación de nuevas tecnologías como su fusión con la cultura y procedimientos.
Dicho esto, habrá de tenerse cuidado de no eclipsar el principio del humanismo en el entorno laboral. Los líderes deben fomentar la valoración al aporte de las personas y promover un equilibrio entre máquina y trabajador. La idea es que la tecnología sirva como puente para potenciar las capacidades del equipo, no como un sustituto de ellas.
Este enfoque garantiza que mientras se avanza hacia la frontera tecnológica, siguen arraigadas en los valores éticos y en el compromiso con el bienestar de su talento humano, asegurando así un progreso que beneficie a toda la sociedad.
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