En el coaching ejecutivo, uno de los temas más recurrentes es el equilibrio entre el trabajo y la familia, lo cual puede generar una constante insatisfacción. Cuando se dedica mucho tiempo a la oficina, se experimenta un sentimiento de culpa por descuidar a los seres queridos. Por otro lado, al estar en casa, los pendientes laborales ocupan la mente.
Esta situación es insostenible a largo plazo, ya que es improductiva, conduce a conflictos y, en casos extremos, desemboca en el divorcio o el alejamiento de los hijos. Por lo tanto, es imprescindible tomar medidas para lograr un balance saludable en la vida.
Una solución rápida sería afirmar que se dedica tiempo de calidad a la familia; sin embargo, esto no sustituye la presencia y la participación en eventos importantes para ellos. Por eso, la comunicación es fundamental para valorar y dar el peso debido a la convivencia con hijos y pareja, así como a los asuntos laborales.
Una premisa es entender que la importancia de los eventos está en función de los requerimientos de la familia, no de nosotros. La única forma de evaluarlo es mediante el diálogo, ya que un festival o un partido de fútbol pueden parecer triviales si se comparan con una visita a un cliente.
Aunque se entiende el papel del proveedor o proveedora, siempre es posible negociar para llegar a un nivel más equitativo y de comprensión mutua.
Es necesario aprender a poner límites al trabajo, buscar la eficiencia y delegar. Es recomendable identificar las prioridades y rechazar aquellas tareas que no son esenciales. Si nos comprometemos con demasiados proyectos, nunca habrá suficiente tiempo.
Uno de los grandes desafíos en este mundo de tecnología móvil es imponer horarios de labores y desconectar cuando terminamos, de manera que no nos distraigamos con llamadas o mensajes. Además, es útil encontrar formas de integrar el trabajo y la familia, como el home office, que permite estar presentes y compartir los problemas cotidianos. Esto genera comprensión y empatía.
Por último, aprovechemos al máximo el tiempo libre para llevar a cabo actividades que podamos disfrutar con la familia, que nos hagan dejar de pensar en la oficina y recargar energías para volver con renovado entusiasmo.
En definitiva, el equilibrio es difícil, pero es básico para tener una relación plena y feliz. Un desarrollo profesional exitoso proporciona recursos a la familia, y una buena relación con los seres queridos nos hace más productivos. Por lo tanto, no debemos descuidar ninguna de estas dos áreas y buscar siempre un balance adecuado entre ellas.
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