Hay un claro fenómeno de polarización en la sociedad mexicana. Por una parte, están quienes buscan sacar la nacionalidad española o una visa de inversionista en Estados Unidos porque piensan que el país va en camino a un modelo como el venezolano, mientras otros ven en la figura de López Obrador a quien redimirá a los pobres y limpie la corrupción; llevándolo a altos índices de popularidad. ¿Cuál es la realidad?
Como es usual, se encuentra en un punto intermedio de las posturas extremas. Considero prematuro pensar que la presente administración llegue a convertirse en un esquema dictatorial por la posición geoeconómica que tiene México; cuando menos así lo demuestra la “disposición” de las autoridades de mantener el Tratado de libre comercio con los vecinos del norte.
Incluso, si vamos a las medidas específicas, el discurso “antineoliberal” de López Obrador se ve limitado, sosteniendo la autonomía del Banco de México y con su austeridad republicana. De hecho, la estabilidad financiera es sólida con una inflación por abajo de la meta; con una paridad sin grandes sobresaltos; y tasas de interés a la baja.
Sin embargo, también el pesimismo tiene su fundamento y está en el terreno de la producción y seguridad nacional. Existe una alta incertidumbre de los capitales, pues sigue pegando en el ánimo la decisión unilateral de cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco; las reglas sobre las reformas estructurales cambiaron; se fortalece una empresa pública con poca capacidad de respuesta; se detiene a la iniciativa privada para entrar a áreas de energía; y la ley de ingresos no es del todo impulsora de la inversión.
Ni que decir de la elevada inseguridad con un primer año de gobierno con el récord de asesinatos y actos de violencia como el caso de la Familia Lebaron o la supremacía del cartel de Sinaloa con la puesta en libertad del hijo del Chapo, mostrando una tremenda debilidad. La política de “abrazos y no balazos” tampoco ha funcionado.
El 2020 será un año importante, porque el gran problema está en el entorno productivo con una recesión que bien podría revertirse al entrar el TMEC, pero que hoy la consecuencia será desempleo y menores salarios reales. Esto impacta a la inversión financiera como es la bolsa de valores y el mercado de dinero. Introduce la incertidumbre y dificulta la toma de decisión en materia patrimonial.
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