El término “mirey” es una forma coloquial de etiquetar a los jóvenes que, con una elevada capacidad económica, alardean de su dinero y de lo comprado con él. Es una persona egocéntrica, sin consciencia social, que despilfarra en lujos y fiestas, además de mantener un pensamiento banal de la realidad. De seguro conocemos a alguien con esas características y vale la pena reflexionar sobre qué causó ese comportamiento.
La percepción de abundancia financiera siempre ha generado este tipo de fenómenos sociales y da pie a la discriminación de clases y al racismo.
En definitiva, el papel de los padres en la formación de esta actitud es fundamental. En un espíritu de darles “todo” lo necesario, se da en exceso, provocando la sensación de que no se requiere trabajar para adquirir los caprichos.
Es complicado enseñar la cultura del esfuerzo si se nace en medio de la riqueza; los padres deben poner cuidado en este punto. Bajo una circunstancia “normal” en donde existen carencias, desde niños se van dando cuenta de que faltan recursos en casa para ciertas cosas y habrán de ahorrar para comprarlas. Cuando aspiran a tener algo en especial, luchan para obtenerlo y van entendiendo que el dinero está lejos de definir la calidad humana.
Es probable que ubiques a quienes siendo ricos consiguieron que sus hijos tengan un elevado compromiso social, tal vez porque forzaron a que hubiese esfuerzo para satisfacer sus deseos. Incluso, en los grandes grupos industriales cuyo origen es la familia, hay un proceso en el cual los “posibles candidatos” a ocupar altos cargos, pasan primero por otros de menos nivel para conocer el funcionamiento a detalle de la compañía.
Vivimos en una sociedad de “meritocracia” en el sentido de que los logros dependen del esfuerzo puesto en ello. Yo añadiría que trasciende al trabajo medido en “horas de sudor”, sino también en términos de inteligencia y creatividad.
El riesgo para las familias con un patrimonio considerable es que como dicen: “Padre rico, hijo flojo, nieto pobre”; es decir, la posibilidad de que derrochen la fortuna es altísima.
Si sabemos que se harán cargo de una empresa o de una cuantiosa herencia, es necesario poner atención en su educación, porque es común el conflicto cuando ya son adultos y se les impone condiciones. Quieren que sean muy responsables, pero nunca se les enseño a serlo.
Más allá de los “memes” graciosos en donde se ridiculiza esta actitud, tengamos cuidado de no provocarlo en nuestra familia.
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